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DE LA VISTA NACE EL AMOR

EN LOS capítulos anteriores se ha señalado la existencia de arácnidos totalmente ciegos, como los palpígrados, esquizómidos, ricinúlidos, muchos pseudoescorpiones y algunas especies cavernícolas de escorpiones y amblipígidos. Otros, aunque no tienen ojos, conservan todavía vestigios de ellos, representados por manchas oculares, como ciertos palpígrados y esquizómidos. Sin embargo, la mayor parte de los arácnidos poseen ojos sencillos u ocelos, cuya visión es muy deficiente y posiblemente lo único que logren percibir sean los cambios de intensidad de la luz. De acuerdo con su posición hay dos tipos de ojos: los ojos medios y los ojos laterales. Varios arácnidos poseen ambos, como los escorpiones, que presentan un par de ojos medios y de dos a cinco pares de ojos laterales. Diversos rasgos en los ojos de los alacranes se asemejan a los ojos compuestos, de los cuales probablemente derivaron. También los uropígidos y amblipígidos tienen el par de ojos medios y tres pares de ojos laterales. Los solífugos y los opiliones tan sólo poseen los ojos medios y los pseudoescorpiones únicamente conservan una o rara vez dos pares de ojos laterales.

Por lo que se refiere a las arañas, se trata de un caso especial que debe manejarse aparte, por el gran desarrollo que han tenido los ojos en muchas de ellas. En general puede decirse que su visión es superior a la del resto de los arácnidos; en ciertas familias como Oxyopidae, Pisauridae, algunas Lycosidae y otras, de hábitos diurnos, así como Heteropodidae y otras Lycosidae, de actividad nocturna, el sentido de la vista es todavía mejor y, por lo que respecta a especies de Salticidae, la visión es tan perfecta que no sólo compite entre las mejores de los artrópodos, sino, incluso, de los invertebrados, ya que distinguen tanto formas como colores.

Los órganos visuales designados como ocelos son pequeños conglomerados de células fotorreceptoras, en número reducido. Estas células ópticas poseen unas fibrillas muy finas, que son los elementos fotorreceptores y que siempre se encuentran alineados en uno de los lados de la célula. Las células, a su vez, están dispuestas en tal forma que todas estas líneas quedan juntas en el centro y en conjunto constituyen lo que se llama un bastoncillo óptico o rabdoma. Las células ópticas o fotorreceptoras se encuentran ordenadas en grupos de dos o cuatro, cada una con su rabdoma. Al conjunto de células ópticas se les da el nombre de retina. Por arriba se encuentra la lente, secretada por un grupo de células epiteliales transparentes, y la capa externa, redonda, que cubre la lente, es la córnea, que no es más que cutícula que en ese lugar es transparente. Por último, en la parte más interna, por debajo de la retina, se encuentra la membrana postretiniana. Los ocelos están inervados por los lóbulos ocelares del protocerebro.

Muchos artrópodos tienen ocelos, pero en los arácnidos éstos pueden ser de dos clases: los ojos directos y los ojos indirectos. En el caso de los primeros, los rabdomas están orientados hacia la fuente de luz, o sea, hacia la lente. En cambio, en los ojos indirectos los rabdomas están orientados hacia la membrana postretiniana que, entonces, funciona como un reflector, llamado tapete; desde allí la luz será reflejada hacia la lente. Los arácnidos presentan cualquiera de los dos tipos, pero en las arañas se encuentran ambos; los ojos medios tendrán una visión directa, mientras que los laterales tendrán una visión indirecta.

La mayor parte de las arañas tienen cuatro pares de ojos, distribuidos de muy diversas maneras, como se verá más adelante. Otras han reducido su número a tres pares, como en el caso de las Diguetidae, Scytodidae, Sicariidae y Loxoscelidae, cuyos órganos visuales están dispuestos en tres grupos de dos ojos cada uno. En las Dysderidae y Oonopidae, también con seis ojos, todos están reunidos en un grupo central, mientras que en algunas especies de Pholcidae hay dos grupos de tres ojos cada uno. Unas pocas especies raras, como ciertas Caponiidae, han reducido todavía más el número de sus ojos, a tan sólo un par.

Las arañas de todas las demás familias tienen ocho ojos, cuyo tamaño y disposición en la parte anterior del prosoma varía mucho en los diferentes géneros y especies; se toma en cuenta para la determinación taxonómica. He aquí algunos ejemplos: los ojos pueden estar reunidos en un grupo central, todos juntos, como en Theraphosidae (tarántulas), o formando una corona central, como en Agelenidae, o una corona abierta hacia atrás, como en Prodidomidae; o bien, se reúnen en dos grupos centrales de 4-4, como en Urocteidae, del Viejo Mundo; o están ordenados en dos filas transversales, de cuatro ojos cada una, todos del mismo tamaño, como en Homalonychidae, o de tamaño diferente, como en Ctenidae, o con los dos anteriores laterales más grandes, como en Heteropodidae; también pueden estar seis ojos en una fila anterior y dos laterales, más atrás, como en Selenopidae; o con un par pequeño anterior y seis ojos grandes por atrás, formando un hexágono, como en Oxyopidae; o dispuestos en grupos de 2-2 centrales y 2-2 laterales, como en Theridiidae; o con dos centrales anteriores, 2-2 laterales y dos centrales posteriores, todos pequeños, como en Araneidae; o igual, pero con los dos anteriores más grandes, como en Mimetidae y otras muchas combinaciones más que caracterizan a las diferentes entidades taxonómicas de las arañas. Algunas, además, presentan cambios en su estructura, como especies de Gnaphosidae, que pueden tener ojos ovalados, con una cubierta plateada que refleja la luz; esto se considera como una adaptación a sus hábitos nocturnos.

En varias de estas familias, algunos de los ocho ojos han tenido un mayor desarrollo. Tal es el caso de los seis ojos grandes posteriores de las Oxyopidae; de los dos o cuatro ojos posteriores de las Pisauridae; de los dos ojos grandes, por detrás de la fila de los cuatro pequeños de las Lycosidae; de los dos centrales posteriores y dos laterales postenores de las Ctenidae; y de los ojos laterales y a veces también los centrales anteriores de las Heteropodidae.

El aumento de tamaño de los ojos mencionados ha permitido que todas estas arañas adquirieran una mejor visión, lo que ha facilitado la cacería de sus presas a una luz del día. Algunas han llegado a combinar sus hábitos nocturnos con otros diurnos; otras han modificado totalmente sus costumbres, cambiando todas sus actividades para el día. Claro está que toda esta transformación ha tenido lugar a lo largo de millones de años de evolución. También hay casos de arañas que cazan durante el día, sin tener muy desarrollados los ojos, como algunas especies de la familia Thomisidae, que atrapan a los insectos que visitan las flores. Sus ojos están dispuestos en dos filas de 4-4, a veces sobre pequeños tubérculos, y como además los ojos son convexos, esto permite que la araña vea en todas direcciones. Aunque su vista es deficiente, sin embargo es lo suficientemente buena para percibir los movimientos; además, son extremadamente sensibles al tacto.

Pero, como se indicó antes, hay todavía una familia de arañas en las que el sentido de la vista se ha perfeccionado aún más, lo que ha modificado completamente su forma de vida. Las Salticidae no sólo han dejado de utilizar redes para atrapar a sus presas, sino que todo su comportamiento y hábitos se han transformado; la forma de desplazarse, la forma de cazar, la manera en que el macho corteja a la hembra, etcétera.

Las Salticidae constituyen un grupo muy grande de arañas que comprende a más de 4 000 especies. En México se han encontrado unas 200; sin embargo, tanto en este país como a nivel mundial el número de especies debe ser mucho mayor, pues, en general, han sido poco estudiadas, sobre todo en el trópico, donde son más abundantes.

El hombre identifica de inmediato a estas pequeñas arañas por los saltos rápidos que dan hacia cualquier dirección, lo que les ha valido el nombre que tienen. Con frecuencia penetran en las casas buscando moscas, uno de sus manjares predilectos; por esta razón resultan benéficas para el ser humano, ya que ayudan a combatir a tan dañinos insectos.

Se les encuentra en todo el mundo, aunque, como ya se dijo, las formas más llamativas por sus brillantes colores se concentran en las regiones tropicales. Viven entre las hojas secas o corteza floja de los árboles, entre la hierba o pasto alto, en matorrales y arbustos, bajo o sobre piedras y rocas. Con frecuencia se les ve sobre objetos de madera, troncos, tablas, cercos, postes y demás lugares similares y en las paredes externas de las casas; les gustan mucho las áreas asoleadas.

Su tamaño es más bien pequeño, entre 2 a 15 mm, aunque la mayor parte queda entre 4 a 8 mm. Tienen un aspecto piloso, debido a que el cuerpo y las patas se encuentran cubiertos por numerosas sedas de uno o diversos colores que, según la especie, siguen determinados patrones de ornamentación. Muchas especies tienen colores opacos, en diversos tonos de gris o castaño, con ornamentaciones en blanco y negro, pero también hay numerosas especies que ostentan colores llamativos en rojo, naranja, amarillo, castaño, verde y azul, además del negro y el blanco, que contrastan mucho junto a los otros tonos; algunas muestran reflejos metálicos. Varios de estos colores se presentan bajo la forma de rayas, bandas, puntos o manchas diversas, que son vistas por los ojos de estas arañas y que tienen una función biológica muy importante tanto en el reconocimiento de las especies como en la atracción de los sexos.

El aspecto característico de estas arañas se debe, fundamentalmente, al gran tamaño y disposición de los ojos anteriores, que hacen que toda la parte anterior del prosoma se vea elevada o de forma más o menos cuadrangular. De estos cuatro ojos anteriores, dispuestos en una línea más o menos curva, los dos centrales son extremadamente grandes y sobresalen un poco hacia delante. Aunque su campo visual no es muy amplio, esto se compensa por el movimiento de la retina que, gracias a músculos especiales, puede dirigir la vista en forma independiente hacia distintas direcciones. La imagen que estos ojos obtienen es de alta resolución y magnificada, debido a que la luz se inclina al pasar por el orificio cónico. Además, son capaces de percibir colores, ya que son sensibles a las longitudes de onda que abarcan desde el verde hasta el ultravioleta. Los otros cuatro ojos que quedan detrás son más pequeños y de baja resolución; sin embargo, están capacitados para detectar cualquier movimiento a su alrededor, hasta una distancia aproximada de 20 cm. Se establece, entonces, una acción combinada entre los dos campos visuales, que abarca los 360°. Tan pronto como los ojos posteriores perciben algún movimiento cercano, el sujeto será enfocado de inmediato por los ojos anteriores, mediante movimientos de sus propios músculos y del prosoma, que puede voltearse hacia cualquier lado. De esta manera llegan a percibir, con toda claridad, tanto a sus posibles presas como a sus enemigos y a sus compañeros sexuales.

La otra característica de estas arañas son los saltos que dan, no sólo hacia delante, sino también hacia los lados y hacia atrás. El salto se produce como resultado de una presión interna de la hemolinfa (equivalente a la sangre), que se descarga en forma violenta, al mismo tiempo que las ocho patas empujan con energía.

Estas arañas, como todas, secretan hilos de seda que no utilizan propiamente para la captura de sus presas, pero que, por lo demás, desempeñan un papel importante en diversos aspectos de su vida. Así, todas se sujetan siempre a un hilo de seguridad para no caerse al vacío; con los filamentos de seda los machos tejen la red del esperma, y las hembras sus ovisacos, donde son depositados los huevos; por último, con los hilos construyen sus nidos o refugios, donde la temperatura y la humedad se mantienen más constantes. Allí se protegen de las inclemencias del tiempo y de sus enemigos, descansando durante la noche o por periodos más largos, como cuando la araña sufre el proceso de la muda, en que se encuentra indefensa y por lo mismo, más vulnerable. Las presas que capturan son también llevadas a los refugios, donde hay más tranquilidad para comérselas. Los nidos les sirven además para ovipositar, para guardar sus ovisacos y proteger a la cría de posibles depredadores y en ocasiones, incluso, para aparearse. Las paredes de estos refugios están construidas con varias capas de seda y pueden tener dos o tres entradas; se encuentran siempre en lugares protegidos, debajo de hojas, de piedras, de la corteza floja de los árboles o del estiércol seco de ganado vacuno, o bien, entre las ranuras de trozos de madera o de rocas. A veces aprovechan objetos tirados en el suelo, como cartones, latas, cajas, tubos de hule o de plástico y demás para el mismo fin. Hay especies oportunistas que, en vez de formar su propio nido, van a ocupar los refugios de otras arañas; en ocasiones hasta matan y se comen a la dueña del nido. Sin embargo, esto es recíproco entre las arañas, pues especies de Gnaphosidae, Clubionidae, Thomisidae y Lycosidae, también con frecuencia ocupan los refugios de las Salticidae. Y no sólo las arañas, sino también muchos insectos utilizan estos refugios para su propia conveniencia, como las larvas de ciertas mariposas, que buscan estos nidos para pupar dentro de ellos.

Para cazar a sus presas, las Salticidae combinan su buena visión con la propiedad que tienen de saltar, lo que las ha convertido en unas de las más efectivas depredadoras de insectos, a los que atrapan aun en pleno vuelo. La araña primero localiza a la posible víctima por medio de la vista, luego la acecha por un buen rato, acercándose lentamente a ella y cuando se encuentra a una distancia corta, de 1 a 5 cm, salta para atraparla. En caso de fallar se quedará colgada en el aire, sostenida por su hilo de seguridad, que siempre habrá fijado antes de cualquier acción. Si logra agarrar a la presa, la matará inyectándole algo de veneno y se la llevará a su guarida para comérsela, licuando sus tejidos como todos los arácnidos. Dentro de las casas suelen alimentarse de moscas y mosquitos, pero fuera capturan a otros muchos insectos como abejas, avispas, hormigas, pulgones y otros homópteros, chinches de muy diversos tipos, algunos escarabajos, así como otros dípteros y arañas. Algunas especies penetran en las redes de otras arañas para alimentarse de las presas que allí han caído. Todas las partes no digeribles de los insectos, o sea, el exoesqueleto, serán descartadas; estos restos serán sacados de los refugios y amontonados a un lado.

Las Salticidae, a su vez, pueden ser comidas por otras muchas arañas y diversos insectos; las hormigas, por ejemplo, suelen atacarlas con frecuencia, lo mismo que a sus crías. Algunos batracios, lagartijas y pájaros también disponen de ellas. Otros enemigos son los parásitos, tanto ectoparásitos, como ácaros prostigmados de las familias Erythraeidae y Trombidiidae o endoparásitos, como ciertos nemátodos y protozoarios. También tienen sus parasitoides, como tantas otras arañas, siendo éstos especies pequeñas de avispas y algunos dípteros acrocéridos.

Estas arañas utilizan varios procedimientos para defenderse. Cuando luchan con enemigos de su tamaño o un poco más grandes, emplean sus quelíceros para herirlos o para inyectarles su veneno. Entre machos de la misma especie, las luchas generalmente son para establecer quién es el más fuerte, acabando por retirarse el vencido; es muy raro que luchen hasta la muerte de uno de ellos. Con frecuencia logran escapar de sus perseguidores saltando en diversas direcciones, lo que descontrola al oponente; o bien, saltan al vacío sostenidas por su hilo de seguridad, que las bajará hasta un nivel donde, con frecuencia, encuentran elementos para esconderse.

Otro mecanismo de defensa en contra de sus depredadores es tratar de pasar inadvertidas. Para lograrlo hacen uso de sus propiedades miméticas, tomando el aspecto del medio en donde se encuentran o mimetizándose en otro ser. En esta forma muchas especies llegan a confundirse con la corteza de un árbol o con los detritos del suelo. Otras toman el aspecto de escarabajos, insectos muy conocidos entre sus depredadores por su desagradable sabor o por los malestares que ocasionan con las toxinas que contienen. Otras más se mimetizan en ciertas hormigas, que tienen la misma fama que los escarabajos. En este último caso, las arañas adoptan la semejanza con las hormigas no sólo como defensa ante sus enemigos, sino para acercarse a estos himenópteros y atraparlos, lo mismo que a sus huevos y crías. Algunos, incluso, llegan a imitar a otras especies de Salticidae para penetrar a su nido y comerse a las arañitas recién nacidas.

El más interesante cambio de comportamiento de estas arañas como consecuencia de su agudeza visual, se relaciona con los movimientos que hacen y las actitudes que ostentan cuando se encuentran frente a otros individuos de la misma o diferente especie. Primero, toman una posición de alerta, para cambiar en seguida a una de defensa o de agresión. Si se trata de individuos de la misma especie, después de establecerse un reconocimiento cada uno seguirá su camino, en la mayor parte de los casos; sólo que se trate de dos machos en competencia se entablará una breve lucha, en la que el vencedor permitirá que el otro se aleje, ya que, en esta familia, es raro el canibalismo. Ahora bien, en caso de encontrarse una pareja de la misma especie y sexualmente madura, la posición amenazante del macho se tornará en otra de cortejo, mientras la hembra permanecerá en atenta observación. Todas estas actitudes, movimientos y posiciones son muy variados y caracterizan a las diferentes especies. Además, la agudeza visual es tan perfecta en estas arañas que, experimentalmente, se ha logrado comprobar cómo un macho, al ver a una hembra de su misma especie en una pantalla de televisión, empieza a cortejarla en su forma acostumbrada.

Después de la última muda, el macho adquiere un colorido específico, mucho más pronunciado que en la hembra; la longitud de sus quelíceros será también mayor que la de ella. Estos dos elementos serán ampliamente aprovechados por el macho durante el cortejo, en el que la vista, como ya se vio, adquiere una importancia primordial, ya que de ella dependerá que la hembra acepte que el macho se acerque y la fecunde. Esto no siempre es fácil de lograr y hay ocasiones en que el macho tendrá que desplegar todos sus atractivos y su destreza para convencerla. Parado delante de ella iniciará un cierto rito de señales consistentes en movimientos hacia los lados, balanceos del cuerpo, vibraciones, levantará y bajará alguno de sus apéndices, al mismo tiempo que trata de mostrar ampliamente sus ornamentaciones y colorido. Igual que un pavorreal macho levanta su cola frente a la hembra para ostentar sus brillantes y hermosos colores y ornamentaciones, de igual manera algunos machos de Salticidae mantienen en alto su adornado y coloreado opistosoma para impresionar a la hembra. Así, poco a poco se irá acercando a ella, a veces dándole ligeras palmaditas con alguna pata estirada, con el objeto de apaciguarla. Finalmente, la hembra permitirá que el émbolo del pedipalpo del macho penetre en su epiginio o abertura genital, para depositar el esperma. Por regla general, esta acción la efectuará primero un pedipalpo y después el otro. Una vez que termina el proceso de la fecundación, el macho se retirará y podrá volver a repetir el acto con una o varias hembras más. Al contrario de otras arañas, la hembra no se comerá al macho después del apareamiento.

 


Figura 24. Macho haciendo movimientos de cortejo (familia Salticidae)

 


Figura 25. Araña macho haciendo movimientos de cortejo (familia Salticidae)

El doctor Robert Jackson, de Nueva Zelanda, que lleva estudiando a estas arañas por muchos años y que ha publicado numerosos artículos sobre ellas y su comportamiento, asegura que en algunas especies los cortejos pueden ser muy complicados, interviniendo no sólo el sentido de la vista, sino también el del tacto y en ocasiones también las sensaciones vibrátiles y olfatorias. En ciertas especies, si la hembra se encuentra fuera del nido el éxito del cortejo dependerá exclusivamente de la vista, pero si se halla dentro de su refugio el macho empleará otro tipo de cortejo, que será esencialmente vibratorio. Se ha comprobado también que las hembras secretan feromonas que atraen a los machos y que éstos son capaces de reconocer de inmediato. Hay casos en que un macho encuentra una hembra juvenil que todavía no está sexualmente madura; éste, entonces, construirá un nido sobre la guarida de la hembra y esperará allí con toda paciencia a que ella alcance la madurez deseada. En gran parte de estas especies el apareamiento tiene lugar dentro del refugio de la hembra.

Aproximadamente un mes después del apareamiento, la araña empezará a poner sus huevos en pequeños montoncitos, que guardará en un ovisaco. Éste, dependiendo de las especies, quedará dentro del nido o la araña lo pegará en algún lugar protegido entre las hojas secas, o debajo de una rama o de la corteza suelta de un árbol. Las Salticidae suelen ovipositar varias veces, siendo los huevos de tamaño grande y pocos en número. La madre casi siempre se queda junto a sus huevos, cuidándolos de los depredadores, hasta que las pequeñas arañitas empiezan a emerger. Esta ninfas disfrutarán todavía del nido por dos o tres semanas más, consumiendo durante ese tiempo el vitelo que aún traen consigo. Después de la primera muda habrán completado su desarrollo y estarán más fuertes, por lo que ya podrán empezar a cazar sus propias presas, consistentes en colémbolos, trips, ácaros, mosquitas y demás. Poco a poco comenzarán a dispersarse, teniendo la capacidad de saltar desde que son pequeñas. Durante su vida tienen que mudar varias veces (unas ocho mudas) antes de llegar al estado adulto; el macho generalmente tiene menos mudas y alcanza su madurez antes que la hembra, pero casi siempre muere antes que ella.

Todo lo que hasta aquí se ha dicho de las Salticidae las cataloga, sin lugar a duda, como las arañas más evolucionadas. Esto se debe fundamentalmente al gran desarrollo que han alcanzado los ojos y a los grandes cambios que esto ha ocasionado en su comportamiento. Estas modificaciones son más notables en los actos de la depredación y del apareamiento. En este último proceso, el órgano de la vista adquiere tal importancia durante el cortejo que bien puede afirmarse que en estas arañas "de la vista nace el amor".

 
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