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alacranes

LA PALABRA alacrán viene del árabe al- ágrab y quiere decir escorpión. La palabra escorpión viene del latín scorpio, omis y quiere decir alacrán. Por lo tanto, ambos nombres se refieren al mismo animal, un arácnido muy temido por todas las personas de todas las épocas. Este temor está justificado, pues su picadura, dependiendo de la especie involucrada, puede ocasionar desde un malestar ligero con poca inflamación y dolor local, hasta un dolor muy intenso, con graves complicaciones en los sistemas nervioso, muscular, circulatorio y respiratorio que, en ocasiones, pueden conducir a la muerte.

Los antiguos pobladores de estas tierras conocían bien a los alacranes; en todas las lenguas y dialectos de las diferentes tribus se encuentran vocablos para designarlos. Casi todos los cronistas como Sahagún, Landa, Clavijero y otros los mencionan en sus escritos. Formaron parte de muchas de las supersticiones de estos pueblos. Los zapotecas, por ejemplo, consideraban de mal agüero que estos arácnidos entraran en sus casas, se los encontraran o estuvieran cerca de ellos; si aparecía un alacrán mientras conversaban, creían que éste era un espía mandado por el diablo.

 


Foto 1.

El alacrán colotl era también el símbolo del dios del fuego Xiuhtecuhtli, debido a que su picadura produce un dolor ardiente. Asimismo, el fuego podía estar simbolizado por el aguijón de un alacrán, despidiendo humo. En el Códice Vaticano se observa a un alacrán sosteniendo en las pinzas un hueso provisto con una serie de dientes, para intensificar más la idea de lo ardiente, de lo que causa escozor. Cuando los antiguos mexicanos hacían la pictografía del agua caliente, pintaban un alacrán, pues éste, cuando pica, quema (Seler, Del Paso y Troncoso).

Veneraban también a la constelación del alacrán Colotlixáyac (que no corresponde a la indoeuropea), muy importante para los antiguos mexicanos, pues ella les indicaba el momento propicio de encender el Fuego Nuevo.

A los alacranes los relacionaban además con la muerte, asociándolos con Mictlantecuhtli, el dios de los muertos, de las profundidades y de la oscuridad.

Tenían, asimismo, leyendas referentes a estos animales, como la muy conocida en que interviene la versátil diosa Xochiquetzal, famosa por provocar el amor y seducir a dioses y mortales. Cuentan que una de sus víctimas fue Yappan, un sacerdote penitente que había hecho la promesa de vivir en abstinencia y castidad sobre una piedra, para complacer a los dioses. Sin embargo, Xochiquetzal se dedicó a provocarlo hasta lograr que cediera a sus encantos. Entonces Yaotl, una de las formas que tomaba el dios Tezcatlipoca, enojado por el rompimiento de la promesa, decapitó a Yappan, convirtiéndolo, a él y a su mujer Tlahuitzin, en alacranes negro y rojizo-amarillento, respectivamente. Así, cuando alguien era picado por un alacrán, el médico náhuatl lanzaba conjuros contra el alacrán Yappan.

Debido a la particular forma de vida y de defensa de estos animales, gente de otras regiones de la Tierra, aparte de México, ha inventado muchas historias y creencias locales sobre ellos. Cloudsley-Thompson (1990) relata sobre ellas. 

los alacranes son los animales terrestres más antiguos que se conocen. Se han encontrado fósiles en depósitos del Silúrico, con una antigüedad aproximada de 360 000 000 de años. Su morfología y costumbres han variado poco desde entonces. Hay especies pequeñas, medianas y grandes que no alcanzan longitudes mayores de los 18 cm. El color de su tegumento varía en tonalidades de amarillo, café claro, café oscuro, hasta casi negro. La primera región del cuerpo o prosoma lleva un par de dentados, pequeños pero fuertes, un par de pedipalpos muy poderosos y grandes, provistos de unas tenazas o quelas muy fuertes, con dientes, y los cuatro pares de patas locomotoras, delgadas y aptas para correr con rapidez en caso necesario. La parte dorsal del prosoma está cubierta por una placa esclerosada, el caparazón, que en su zona central lleva un par de ojos medios sobre un tubérculo ocular; tiene además dos, tres o cinco ojos laterales, a cada lado del margen anterior; también puede haber formas ciegas, aunque son pocas. En la región ventral del prosoma se encuentra la cavidad preoral, formada por extensiones de las coxas de los pedipalpos y de los dos primeros pares de patas, al fondo de la cual se halla la boca. La pequeña placa posterior es el esternón.

 


Figura 3. Aspecto general de un escorpión.

La región posterior del cuerpo u opistosoma está dividida en dos subregiones, el mesosoma, que se encuentra unido al prosoma en todo lo ancho, y el metasoma o cola, mucho más delgado y largo; el último segmento de la cola está ensanchado, y forma la vesícula y el aguijón. Dentro de la vesícula se encuentran dos glándulas venenosas, cuya secreción sale por conductos que van a desembocar cerca de la punta del aguijón. En la parte ventral del mesosoma se localizan la abertura genital, cuatro pares de estigmas filotraqueales y unas estructuras características de los alacranes, que son los llamados peines, de función sensorial y que se consideran como apéndices modificados. El ano se abre en el extremo distal del metasoma, antes de la vesícula.

Se conocen cerca de 1 000 especies a nivel mundial, que se agrupan en seis familias, siendo la más importante la familia Buthidae, por agrupar en ella todas las especies consideradas como las más peligrosas por la potencia de su veneno. Los alacranes se encuentran en las regiones secas, calientes y templadas del mundo, pero algunas especies pueden vivir también en lugares fríos y húmedos, como bosques y cuevas. Tanto la forma aplanada de su cuerpo, como la intensa esclerotización de su tegumento facilita el que puedan esconderse debajo de piedras, corteza de árboles, diversos escombros como latas, palos, depósitos de agua y de otros objetos similares; es frecuente encontrarlos en las tierras cultivadas, entre las mazorcas de maíz, entre las cañas de azúcar o entre las palmas de coco y platanares. Los que viven escondidos entre la vegetación que rodea a las casas suelen acercarse e introducirse a las habitaciones, sobre todo en la época de lluvias, buscando refugio y alimento como el que ofrecen las cucarachas, cochinillas, tijeretas y otros insectos. Dentro de las viviendas se esconden en los clósets, entre los zapatos y las botas, entre la ropa doblada, como sábanas, cobertores y toallas, ocasionando grandes sobresaltos al ama de casa, que de pronto se topa con uno de estos animales, al agarrar y desdoblar alguno de estos lienzos. Tienen especial predilección por los techos de palma o por las vigas viejas de casas antiguas, encontrándose también en las bóvedas, entre las tejas y los adobes, en bodegas y establos y entre la basura y desechos acumulados. Hay, además, muchas especies adaptadas a vivir en los desiertos, en las tierras áridas y secas de muchas montañas, así como en la arena, cerca de las playas. Son capaces de enterrarse no sólo en la tierra floja, mezclada con hojarasca y en la arena, sino también en suelos de cierta dureza, ayudándose con todos sus apéndices. Una especie se encontró a 800 m de profundidad; otras, a 5 500 m de altitud, en montañas con nieve.

Son animales de hábitos nocturnos, que permanecen escondidos durante el día, y salen a cazar sus presas durante la noche. Tienen gran resistencia para soportar el calor, la falta de agua y largos periodos de ayuno, gracias a que pueden almacenar parte del alimento ingerido, cuando éste ha sido abundante. Se alimentan fundamentalmente de insectos, miriápodos, otros arácnidos y algunos crustáceos terrestres, que atrapan con sus pedipalpos tan pronto como hacen contacto con ellos. La mala visión de los ojos no les ayuda para nada en este acto; en cambio, el sentido del tacto es esencial para su sobrevivencia. Los principales órganos de los sentidos de los alacranes son unos pelos largos, llamados tricobotrias, que se localizan en los pedipalpos y que son capaces de percibir cualquier vibración que se produzca en el medio, originada por un ser vivo o por algún fenómeno físico.

Cuando una posible presa toca alguna parte del cuerpo o de los apéndices de un alacrán, la reacción de éste será inmediata, y abrirá y cerrará las pinzas o quelas de sus poderosos pedipalpos hacia el lugar del contacto, tratando de capturar al animal. Si lo logra, la presa luchará vigorosamente para librarse de su aprehensor; el alacrán, entonces, le inyectará una pequeña porción de su veneno, introduciendo su aguijón en alguna parte blanda de la víctima. A continuación empezará a despedazarla con sus quelíceros, mientras los pedipalpos siguen sosteniendo la presa. Los pequeños trozos serán depositados en la cavidad preoral, formada por los bordes de las coxas de los pedipalpos y las proyecciones de las coxas de los dos primeros pares de patas. Esta cavidad pronto quedará cubierta con una sustancia enzimática, que efectuará la digestión parcial del alimento, el cual, una vez licuado, será succionado por la parte anterior del intestino, a través de la boca, que está situada en el fondo de la cavidad preoral. La digestión se completará intracelularmente en los ciegos del intestino medio. Todos los restos sólidos, junto con el exoesqueleto del artrópodo devorado serán desechados y su paso hacia el interior será obstaculizado por grupos de sedas que se encuentran en la cavidad preoral.

Entre los escorpiones es frecuente el canibalismo y no necesariamente porque estén hambrientos y no tengan otra cosa que comer. En el curso de su larga existencia sobre el planeta, seguramente su instinto les ha enseñado que, o comen o serán comidos.

Los alacranes tienen los sexos separados, pero es difícil distinguir el macho de la hembra, al menos que se recurra al estudio de ciertas estructuras ligadas al sexo, que realizan los especialistas. En algunas especies los machos son más esbeltos y tienen la cola más larga y delgada que la hembra. La fecundación se lleva a cabo por medio de ermatóforos, es decir, pequeños saquitos llenos de esperma que el macho deposita y pega firmemente en el suelo y cuyo contenido es succionado, más tarde, por la abertura genital de la hembra. Para que esto suceda, se establece una especie de cortejo prenupcial, que durante mucho tiempo tuvo intrigados a los investigadores y que tiene sus variantes en las diferentes especies.

En el reconocimiento de los sexos de una misma especie intervienen sustancias especiales, llamadas feromonas, que son percibidas por el olfato. Pero las parejas suelen también reconocerse por medio de estridulaciones, o sea, ligerísimos ruidos que hacen al frotar entre sí algunas partes de su cuerpo.

Llegado el momento de la reproducción, el macho busca a la hembra, agarra con sus pedipalpos o sus quelíceros a las partes respectivas de ella, y empieza a empujarla y a jalarla para adelante y para atrás. La explicación de este comportamiento no se entendió durante mucho tiempo; lo que sucede es que el macho, no pudiendo soltar a la hembra, bajo riesgo de ser devorado, trata de encontrar una superficie favorable para depositar su espermatóforo; esto lo realiza con ayuda de unas estructuras sensoriales, llamadas peines, que posee en la parte ventral de su cuerpo, cerca de su abertura genital. Si no encuentra el sitio adecuado, esta aparente danza puede prolongarse por horas. Durante este proceso, los machos de algunas especies procuran excitar a la hembra, picándole ligeramente las articulaciones de los pedipalpos o tocándole el área genital y los peines, con el primer par de patas. Antes de depositar el espermatóforo, el macho suele rascar la tierra con sus patas posteriores. El saquito repleto de esperma estará provisto de un cemento especial, gracias al cual queda pegado firmemente al sustrato, en determinado ángulo; posee además una especie de palanca, que funcionará en el momento indicado. Una vez depositado el saquito, el macho jalará a la hembra hacia el sitio donde se encuentra el espermatóforo, y la colocará sobre él. Al sentir la hembra, por medio de sus peines, la presencia del espermatóforo, bajará el cuerpo, abriendo su opérculo genital; con esta presión se soltará la palanca del saquito y el esperma saldrá disparado hacia la abertura genital de la hembra. A partir de ese momento, todo se sucederá con gran rapidez; la hembra retrocederá y el macho la soltará, huyendo de prisa para no ser atrapado y comido por su pareja. En caso de no lograr escapar, la hembra se dará un festín con él; también será ella la que se coma lo que quedó del espermatóforo.

Algunas especies de alacranes son vivíparas, es decir, dan nacimiento a pequeños escorpiones completamente formados; en este caso, los embriones han sido alimentados por la madre a través de una especie de cordón umbilical. Otros alacranes son ovovivíparos, o sea, que los embriones se han alimentado dentro del huevo, con el vitelo de éste; cuando los huevos son puestos, llevan dentro a seres casi completamente formados, que eclosionan poco después de la oviposición.

Cuando nacen, los pequeños alacranes tienen ya, en general, el mismo aspecto de los adultos y no sufren una metamorfosis durante su desarrollo; por eso, a todos los estados juveniles se les designa como ninfas, que todavía no tendrán diferenciado su aparato reproductor.

La cría recién nacida se sube al dorso de la madre y, dependiendo de la especie, permanecerá allí hasta después de la primera, segunda o tercera mudas; durante todo este tiempo, la madre comparte el alimento con ellos. Pasada esta etapa, los jóvenes alacranes abandonan a la madre para buscarse su propio alimento, que consiste de pequeños artrópodos o larvas y ninfas de insectos. Tendrán que pasar todavía por diversas mudas, o sea que, periódicamente, tendrán que desprenderse de su exoesqueleto para poder crecer, hasta llegar a su madurez sexual o estado adulto; llegado el momento, buscarán a su pareja para llevar a cabo el acto de la reproducción, perpetuando en esta forma a la especie.

Hay la creencia, muy generalizada entre la gente del pueblo, que los pequeños alacranes se comen a la madre. Esta idea ha surgido desde hace mucho, por ver a la cría sobre el dorso de la hembra. Esto, definitivamente, no es cierto. Aunque quisieran hacerlo, los frágiles animales recién nacidos todavía están muy débiles y sin fuerza suficiente para atravesar el duro tegumento de la madre. Por el contrario, es la hembra de la que tienen que protegerse los pequeños, pues, aunque los cuida por un tiempo, llega el momento en que deben escapar antes de que ésta deje de verlos como hijos y los empiece a vislumbrar como apetitosas presas.

El mecanismo de defensa más efectivo que tienen los alacranes cuando se ven atacados es inyectar veneno por medio de su aguijón; por eso, un alacrán que normalmente camina con la cola hacia abajo, apenas presiente el peligro la levanta con la intención de defenderse. Si se encuentra en grado sumo de excitación por la presencia de un enemigo, lanzará la cola en todas direcciones, tratando de alcanzarlo a ciegas, pues no puede verlo y tan sólo percibe las vibraciones. Por este comportamiento, la gente cree que los alacranes se suicidan en momentos de peligro, picándose con su aguijón. Entre una de las muchas crueldades que el hombre lleva a cabo con los animales, con afán de divertirse, está la de rodear a un escorpión con fuego, observando su comportamiento. El pobre animal, al ver en peligro su vida, trata de defenderse en la única forma posible que conoce, lanzando su aguijón en todas direcciones; la gente cree que, en su desesperación, se suicida al picarse a sí mismo. La realidad es que muere por asfixia y por las quemaduras, ya que, aunque llegara a picarse, lo cual no sucede, es inmune a su propio veneno.

Debe quedar claro que el alacrán nunca buscará al hombre para atacarlo, al contrario, siempre huye de él. El veneno sólo lo usará como defensa, cuando se sienta amenazado o para paralizar a la presa que lucha por librarse de su captura. Sin embargo, aunque sea en forma accidental, el hombre tiene frecuentes contactos con los alacranes y en ocasiones, con resultados dramáticos. Esto sucede cuando, buscando algún objeto en lugares oscuros, los llega a tocar con las manos o con los brazos; o cuando, caminando con los pies descalzos los suele pisar, como acontece en muchas ocasiones en las chozas de campesinos en regiones del trópico. Uno de los accidentes más frecuentes se presenta cuando las personas se encuentran durmiendo en la noche, y de pronto les cae un alacrán del techo, el cual se hallaba efectuando su cacería nocturna o buscando a su pareja. Al sentir el golpe, el hombre dormido instintivamente se moverá, provocando la inmediata picadura del asustado alacrán.

Las consecuencias ligeras o graves que la picadura de un alacrán puedan ocasionarle al humano dependerán de las condiciones fortuitas o desfavorables de muchos factores: a) de la especie del alacrán; b) de la procedencia del mismo; c) del tamaño y etapa de desarrollo del alacrán; d) de la cantidad de veneno presente en las glándulas venenosas en el momento de la picadura y en consecuencia, de la cantidad de veneno inyectada; e) de la forma de inyectar el veneno, directamente a la piel o a través de la ropa; f) de la edad, estado físico y salud del individuo picado y g) de la sensibilidad de la persona al veneno del escorpión.

 
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