LAS
arañas son, sin duda alguna, los artrópodos más conocidos. Es difícil pensar que exista una persona que no haya visto alguna vez uno de estos animales. Además, probablemente sean los únicos arácnidos que despiertan cierta curiosidad e interés en el hombre, cuando observa a una de estas pequeñas criaturas tejiendo su enorme red con tal perfección y destreza, o cuando tiene ocasión de ver a una de esas arañitas brincadoras que suelen penetrar en la casa, cuando saltan y capturan una mosca.
Lo más característico y sorprendente de las arañas es la propiedad que tienen de secretar una sustancia que, al contacto con el aire, se transforma en hilos muy finos; y la habilidad que muestran para manipular estos filamentos, aprovechándolos en muy diversos usos. Este interesante aspecto merece gran atención, por lo que será tratado en un capítulo aparte.
La relación de las arañas y sus redes ha sido conocida por el hombre desde los tiempos más remotos; ya en la Biblia y en el Corán se hace referencia a ella. Asimismo, muchos hombres de la Antigüedad se interesaron por estos arácnidos; Aristóteles (384-322 a.C.) hace mención de ellas en sus escritos y fue el primero en aportar datos sobre su biología y comportamiento; también a Nicandro de Colofón (136 a.C.) y más tarde a Plinio (23-79 d.C.) les llamaron la atención.
Figura 8. Araña del género Micrathena (familia Araneidae).
En muchos pueblos del mundo existen leyendas, creencias y supersticiones que giran en torno a las arañas. La más antigua e importante, de donde surgió el nombre de la clase Arachnida, es la que nos relata el poeta romano Ovidio en su Metamorfosis. Habla de una bella joven Arachne, que vivía en la antigua Lidia de Asia Menor y que era famosa y admirada por la belleza de sus hilados y tejidos. Un día, dicha joven, enaltecida por esta fama y vanagloriándose de su habilidad, se atrevió a retar a un concurso a Pallas Atenea (Minerva), diosa de la sabiduría y de las artes. Ésta, en extremo molesta por la audacia de Arachne, destruyó su obra, provocando tal desesperación en la joven que acabó por ahorcarse. Arrepentida de su acción, la diosa la volvió a la vida, pero convirtiéndola en araña, destinada a permanecer colgada y a seguir hilando por toda la eternidad.
En China existen varias leyendas antiguas relacionadas con las arañas. Se cuenta, por ejemplo, que hubo una vez dos hermanas que se transformaron en arañas inmensas, las que, en vez de hilar seda, elaboraban fuertes sogas con las que amarraban a sus enemigos; suerte fue que el dios Sun Houtzu lograra dominarlas y matarlas.
En la mitología náhuatl del México antiguo, las arañas eran uno de los animales relacionados con la muerte, la oscuridad y las tinieblas, por lo que, con frecuencia, se asociaban a Mictlantecuhtli, el dios de los muertos y del infierno. Pero, por otro lado, las incluían en sus códices en calidad de ofrendas o como símbolos de fuerza y poder que acompañaban a sus deidades más importantes; así, en las láminas del Códice Borbónico, la figura de la araña se ve junto a Tezcatlipoca, el dios de la guerra, a Tláloc, el dios del agua, a Mayahuel, la diosa del maguey, a Xiuhtecuhtli, el dios del fuego, a Tlazoltéotl, la diosa de la medicina y a Xochiquetzal, la diosa de la tierra que florece. La presencia de la araña junto a esta última diosa tiene un significado muy apropiado, ya que ella fue la que inventó el arte del hilado.
Otra interpretación muy interesante que los antiguos mexicanos daban a las arañas era su simbolismo como Tzontemoc, el que cae de cabeza. Creían que, cuando el Sol, Tonatiuh, terminaba su recorrido diurno al llegar la tarde, se hundía en el occidente y caía de cabeza, transformándose así en Tzontemoc, para, finalmente, ir a alumbrar el mundo de los muertos, durante la noche, tomando entonces el aspecto de Mictlantecuhtli. O sea que las arañas típicas de los jardines, que se ven descansando en la pared central de sus telarañas, con la cabeza hacia abajo, adoptan la misma posición que Tzontemoc, razón por la cual las consideraba como su símbolo.
También las telarañas que se extienden entre la vegetación silvestre o de jardines y huertas y que son bañadas por los rayos del Sol eran motivo de otra superstición, pues quien se enredaba en ellas tendría grandes desventuras.
Por otro lado, se cuenta que Tezcatlipoca descendió del cielo, descolgándose por una soga hecha con hilos de seda de las arañas.
Aparte de estas fantasías, en el México prehispánico se conocía muy bien a las diferentes especies de arañas, y había nombres para designarlas en todas las lenguas y dialectos indígenas. Tócatl significaba araña en general, en el idioma náhuatl. Se temía a estos animales pero, como se ha visto, también se les veneraba. Eran dos los tipos que más les llamaban la atención: por un lado las tarántulas, por su imponente tamaño y aspecto velludo, y por el otro la hoy llamada araña capulina o viuda negra (nombre importado de la literatura inglesa), por su potente veneno. Reconocidos por sus detalladas y acertadas observaciones, estos antiguos pobladores del territorio mexicano dieron nombres muy ingeniosos a todas estas arañas, basándose en sus características más notables, gracias a lo cual se ha logrado identificar a muchas de ellas, desde el punto de vista científico. A las tarántulas las designaban con varios nombres; por ejemplo, llamaban Ahuachtocatl (araña rociada) a ciertas especies que en la mañana presentan pequeñas gotitas de rocío suspendidas entre las sedas de su cuerpo; se trata de especies de Aphonopelma. A la gran tarántula, muy llamativa y común en los estados del oeste de México, como Guerrero, Jalisco y Michoacán, la Brachypelma smithi, la llamaban Tlalhuehuetl (atabal de la tierra), debido a que suele golpear el cuerpo contra el suelo, sosteniéndose con las patas. Conviene señalar que las especies de tarántulas que existen en este país no son peligrosas; son animales muy tímidos que rara vez atacan, y sólo lo hacen después de provocarlos con insistencia. Su veneno no causa trastornos graves, aunque su mordedura pueda ser bastante dolorosa. En un capítulo posterior se hablará con más detalle de estos animales.
A la araña capulina le pusieron el acertado nombre de Tzintlatlauhqui (la del trasero rojo). Científicamente se designa como Latrodectus mactans y en efecto, su característica principal es tener una mancha roja, generalmente en forma de reloj de arena, en la parte ventral de su opistosoma que por lo común es todo negro. Gran respeto sentían por esta araña, tan poderosa, que en ocasiones los llegaba a matar con su veneno. Para calmar el dolor en el lugar de la mordedura recomendaban beber un pulque fuerte, llamado uitztli (Sahagún). De estas arañas extraían también un aceite que decían era muy medicinal para muchas enfermedades (Sahagún). Sobre esta especie, probablemente la más importante desde el punto de vista médico, se tratará más adelante.
Todos los pueblos de la humanidad han creado un sinfín de historias, mitos y tradiciones alrededor de las arañas, que sería imposible relatar aquí. Baste señalar que en algunos sitios las han considerado nefastas, devastadoras de gente, por lo cual las obligaban a huir para no ser mordidos por, ellas. Otros, en cambio, las han venerado, como algunos negros en África y los musulmanes, que las ven con benevolencia y respeto, pues aseguran que, gracias a una araña, Mahoma salvó su vida.
Gente supersticiosa ha visto en las arañas elementos que predicen la suerte: si las arañas caminan en determinada dirección, significa que habrá bienaventuranza; si, por el contrario, se dirigen hacia otro lado, vendrán desgracias y desolación. Algunas personas hasta han llegado a distinguir letras en las telarañas, como señales de aviso de infortunios. Hay quienes aseguran que las arañas pronostican los cambios de tiempo. Se han hecho infinidad de amuletos con arañas o con sus hilos de seda para llevarse colgados en el pecho, que protegen a la gente en contra del mal de ojo o de ciertas enfermedades. Asimismo, se han elaborado talismanes como defensa en contra de las arañas, con materiales como el ámbar o el ágata de fuego.
Por otro lado, estos pequeños organismos, aparentemente insignificantes, han servido de inspiración a numerosos escritores sajones, asiáticos y latinos, y referencias sobre ellos se encuentran en innumerables libros, folletos y revistas de todo el mundo.
Desde tiempos inmemorables el hombre ha aprovechado a las arañas y sus hilos con fines medicinales, para combatir diversos males, como dolor de cabeza y de oídos, verrugas, varias fiebres, principalmente las palúdicas, asma, tos, herpes, cólicos, artritis, reumatismo y otras. Por ejemplo, es muy conocido el empleo de sus hilos, hechos bola, para detener las hemorragias. El resultado positivo de todas estas aplicaciones ha sido más psicológico que real.
Un empleo práctico, efectivo y de gran utilidad, ha sido el aprovechamiento de sus finos filamentos como cruce de líneas en los telémetros y en las miras telescópicas de diversos instrumentos ópticos y armas de fuego.
Desde el punto de vista biológico, las arañas constituyen el orden más importante y numeroso en especies actuales de la clase Arachnida. Se conocen alrededor de 35 000 especies a nivel mundial, pertenecientes a 3 000 géneros aproximadamente y más de 100 familias. En México se han encontrado, hasta el momento, representantes de más de 50 familias, unos 340 géneros y poco menos de 2 000 especies. Estas cifras están muy por debajo de lo que debe ser la realidad, pues tan sólo en este país falta mucho por colectar y conocer de la fauna aracnológica. Esto se deduce de las numerosas y frecuentes especies nuevas que se continúan describiendo cada vez que se colecta en alguno de los estados de la República Mexicana.
Este grupo es, además, el que ha alcanzado el mayor nivel evolutivo dentro de los arácnidos; se encuentran distribuidos en todos los hábitats accesibles a la vida terrestre del planeta, desde el nivel del mar hasta altitudes de cerca de 7 000 msnm en el Monte Everest. Algunas pocas especies han logrado adaptarse a una vida semiacuática y sólo una ha encontrado una forma ingeniosa de vivir permanentemente bajo el agua, a pesar de su respiración aérea.
Hay tanto que decir sobre las arañas, que se han preparado cinco capítulos sobre ellas. Este tratará sobre sus características generales. El siguiente se referirá a ese producto tan particular de estos animales, los hilos de seda y su aprovechamiento. El tercero está dedicado a caza de los arácnidos en general y de las arañas en particular. En el cuarto se hablará sobre el gran desarrollo de los ojos de algunas de las arañas y de los cambios de vida ligados a este fenómeno. Finalmente se ha dedicado un capítulo especial a las tarántulas, que tantas polémicas han suscitado en la historia de la humanidad.
El aspecto de las arañas es inconfundible. Las dos regiones del cuerpo, prosoma y opistosoma, se encuentran unidas a través de un delgado pedicelo. El prosoma, cubierto por un caparazón, se ve un poco levantado en la parte anterior, donde se encuentran los ojos en número de tres a cuatro pares (muy rara vez uno o dos pares), cuyo tamaño y disposición son característicos de las diferentes familias. En la cara ventral del prosoma se observa una placa central, el esternón, rodeada por los cuatro pares de coxas de las patas. Por delante del esternón se halla otra pequeña placa que corresponde al labio, bordeado por las coxas de los pedipalpos. Los quelíceros están formados por dos artejos, cuya situación divide a las arañas en dos grandes grupos: en unas, como las tarántulas y familias afines, los artejos basales de estos apéndices están dirigidos hacia delante y los artejos distales, que terminan en punta, se mueven en sentido más o menos paralelo al eje longitudinal del cuerpo. En todas las demás arañas, los artejos basales están dirigidos hacia abajo, contrapuestos, y los artejos distales se mueven en sentido perpendicular al eje longitudinal del cuerpo.
Los quelíceros son muy importantes en las arañas, pues a ellos desembocan los conductos de glándulas venenosas. Con excepción de la familia Uloboridae, todas las arañas poseen glándulas de veneno, cuyo producto, en la mayoría, es poco tóxico y lo utilizan tan sólo para matar a sus presas o para defenderse de enemigos más grandes que ellas. Hay, sin embargo, unas pocas especies sumamente virulentas, cuya mordedura puede ser de graves consecuencias. Los pedipalpos tienen aspecto de patas, más cortas y con seis artejos; su forma es normal en las hembras, pero en los machos el metatarso y el tarso están modificados en un órgano copulador, que en algunas especies puede ser muy complicado. Los cuatro pares de patas varían en longitud en las diferentes especies. Constan de siete artejos: coxa, trocánter, fémur, patela, tibia, metatarso y tarso, que termina en dos uñas, con proyecciones en sus bordes inferiores; con frecuencia se ve una tercera uña, que no es más que una seda gruesa y fuerte; con las tres uñas manipulan hábilmente los hilos de seda. En lugar de la tercera uña puede haber un mechón de sedas planas, que permite que la araña camine sobre superficies lisas; además, puede haber otra brocha de sedas en la parte distal y ventral del tarso, que participa en las mismas funciones.
El opistosoma es liso, no se ve segmentado más que en una familia muy primitiva de arañas, la Liphistidae. El primer segmento de esta región del cuerpo es el que forma el pedicelo, que los une al prosoma. En su cara ventral anterior se observa la abertura genital, cubierta. por una pequeña placa o epiginio; también pueden verse los estigmas, tanto traqueales como filotraqueales. En la parte posterior se encuentran las hileras (de hilar), consideradas apéndices modificados, por donde sale la seda, producto de diversas glándulas que ocupan gran parte del interior del opistosoma. Estas hileras están dispuestas en dos o tres pares generalmente, aunque arañas muy primitivas pueden tener cuatro pares y algunas, muy raras, sólo un par. Por delante de las hileras puede haber, además, otra estructura productora de seda, el cribelo; en este caso, en el metatarso del cuarto par de patas, hay una fila de sedas fuertes y curvadas, el calamistro, encargado de peinar la seda que sale del cribelo. Asimismo, en vez de éste, puede haber un órgano pequeño llamado colulo, cuya función se desconoce. El ano se encuentra por detrás de las hileras, y en algunas especies tiene un pequeño tubérculo anal.
El acoplamiento en las arañas es muy particular y se lleva a cabo con ayuda de los pedipalpos del macho que, como ya se dijo, funcionan como órganos copuladores. Llegado el momento de la reproducción, el macho teje una pequeña red donde deposita una gota de esperma que sale de su gonoporo; a continuación mete la punta de los pedipalpos repetidas veces en la gota de esperma, hasta que ésta se acaba. Una vez cargados los pedipalpos, va en busca de una hembra, a la que se acercará con mucho cuidado, para no ser devorado; tendrá que hacer ciertas manipulaciones, diferentes según la especie, antes de convencer a la hembra de sus intenciones. Finalmente logrará fecundarla, introduciéndole uno o varios pedipalpos en la abertura genital.
No podría afirmarse que las arañas hayan desarrollado ya un instinto maternal; sin embargo, el comportamiento de algunas se acerca mucho a ello. Los huevos son depositados siempre dentro de un capullo de seda, especialmente construido para el efecto, llamado ovisaco; éste puede tener distintas formas y textura en las diferentes especies. La hembra sujeta este ovisaco a algún objeto del medio, que puede ser una rama, una roca, la corteza de un árbol, debajo de una hoja o también puede suspenderlo dentro de su refugio o de su red. Una vez hecho esto, muchas arañas se alejan para continuar su vida y no vuelven a ocuparse de su cría; pero otras, en cambio, permanecen cerca de su capullo, lo protegen de posibles depredadores, lo sacan al Sol para calentarlo y lo cuidan hasta que las pequeñas arañas emergen de sus huevos. Algunas han ido un paso más adelante, y cuidan aún más al ovisaco, que suele cargar consigo, ya sea por debajo del cuerpo, sosteniéndolo en parte por los quelíceros, los pedipalpos o por hilos sujetos a las hileras, como lo hacen las pisáuridas y las esperásidas, o lo sostienen únicamente por las hileras, como sucede en las licósidas. En estos casos, cuando las arañitas nacen, se encaraman al cuerpo de la madre y permanecen en su dorso durante un tiempo corto, antes de emprender su vida independiente. Algunas especies como las licósidas, poseen sedas especiales, ligeramente curvadas, mezcladas entre las demás normales, que sirven para que los finos hilos secretados por las arañas recién nacidas se enreden en ellos, teniendo así un punto de sostén para subirse con más facilidad al dorso de la madre y también mantenerse en él. En las pisáuridas, después de emerger de los huevos la cría es cuidada por un tiempo, dentro de una red incubadora que la madre construye especialmente para ello; desde afuera, la hembra continuará vigilando y cuidando esta red, hasta que las juveniles arañas salgan y se dispersen. En otros casos, las pequeñas arañas, después de salir del ovisaco, permanecen unidas en una red que ellas mismas tejen; pero todas, llegado momento, emprenden su vida independiente, buscando cada una su alimento.
La mayor parte de las arañas viven alejadas del hombre y sólo algunas se acercan o se introducen a sus casas para buscar uno de sus alimentos preferidos, las moscas y las cucarachas, entre otros insectos que a su vez, son atraídos a estos sitios por la comida que allí se maneja y la basura que se tira. Las arañas, en general, actúan muy eficientemente como controles naturales de las poblaciones de insectos, muchos de los cuales son dañinos no sólo a la agricultura, sino a la salud del hombre y sus animales. Son, por lo tanto, benefactoras indirectas del ser humano.
Aunque todas las arañas producen una secreción tóxica (a excepción de la Uloboridae), son pocas las que poseen quelíceros lo suficientemente fuertes y puntiagudos para atravesar la piel humana, o un veneno lo bastante potente como para producir algo más que una irritación local transitoria cuando se introduce en la piel.
Las arañas verdaderamente peligrosas son pocas en proporción al número de especies; la más conocida y de amplia distribución mundial es la Latrodectus mactans (familia Theridiidae), que recibe el nombre común de viuda negra; en México se la conoce con las designaciones de araña capulina o chintatlahua, que viene a ser una degeneración del vocablo original en náhuatl, tzintlatlauhqui. Esta araña se encuentra ampliamente distribuida por todo el país, tanto en regiones secas como húmedas, en las zonas frías, templadas y calientes, desde el nivel del mar hasta altitudes de 3 500 msnm o más; sin embargo, es más frecuente y abundante en los climas tropicales y templados. Normalmente vive en cualquier lugar protegido de la maleza, hierba u hoyos en troncos de árboles y raíces, debajo de piedras, montones de leña o de escombros; suele esconderse en los techos de paja, palmas o vigas, en establos, graneros y chozas; también se oculta entre los retretes e inodoros descuidados y poco aseados de los pueblos; es por esta razón que el hombre es mordido con frecuencia en el pene y el escroto. La que ataca es siempre la hembra, sobre todo cuando está cuidando su ovisaco; por regla general, no es agresiva y sólo se defiende cuando se asusta o se siente agredida. Por desgracia, cuando el hombre la toca accidentalmente, la respuesta de defensa es inmediata.
Figura 9. La araña capulina Latrodectus mactans (familia Theridiidae).
La mordedura de la araña capulina produce el síndrome llamado latrodectismo, conocido también como arañismo sistémico o neurotóxico. El veneno que inyecta, clasificado como una toxalbúmina, es una neurotoxina que actúa principalmente sobre las terminaciones nerviosas y se dice que tiene un tercio de la potencia del veneno de la víbora de cascabel. En el lugar de la lesión, debido a la introducción de los quelíceros, se ven uno o dos puntitos, rodeados de círculos rojos; pronto empieza a aparecer una gran inflamación. El dolor, que puede presentarse poco después de la mordedura o al cabo de una a tres horas, es siempre muy intenso, a veces insoportable, con sensación de ardor; se va extendiendo por los miembros y el cuerpo a las axilas y las ingles. Esto va acompañado de diversos síntomas, que varían en los pacientes, como náusea, vómito, espasmos musculares, rigidez abdominal, convulsiones, seguidas de postración y delirio; también hay vértigos, intensa sudoración fría y dolor de cabeza, dificultad en la respiración y en el habla, se dilatan las pupilas, se presenta hipertensión, pulso débil, temblor en las piernas, algo de fiebre y un gran nerviosismo, ansiedad y angustia; puede haber, además, retención de la orina y estreñimiento. En la última etapa aparece, generalmente, una nefritis aguda antes de la muerte. En ocasiones, el desenlace fatal se produce antes de las 24 horas de haber sido mordido el paciente; se presenta sobre todo, en niños, ancianos, hipertensos o personas especialmente sensibles al veneno. Hay, sin embargo, un buen porcentaje de individuos que sobreviven esta intoxicación. La mejoría se presenta al cabo de dos o tres días de tratamiento.
Cuando una persona es mordida por una araña capulina, de inmediato se debe aplicar un torniquete, por arriba del sitio de la mordedura, hacer una incisión en el lugar de la lesión y succionar lo más posible, igual que en el caso de los alacranes. Hay que recurrir cuanto antes al médico, que juzgará si es conveniente o no aplicar el antiveneno o suero hiperinmune de L. mactans. Es necesario desinfectar el lugar lesionado para evitar infecciones secundarias, que complicarían aún más el caso. Para mitigar el dolor, ayuda mucho tomar un baño de tina bien caliente y aplicar una inyección de gluconato de calcio; sin embargo, lo más recomendable antes que nada, es oír la opinión del médico.
En diversos países del mundo existen otras especies de Latrodectus, también peligrosas, algunas de las cuales son consideradas por ciertos autores como sinónimos de L. mactans. Hay además arañas de otros géneros que causan también problemas más o menos serios al hombre. Muy peligrosas son, por ejemplo, las especies de Atrax (familia Ctenizidae) de Australia, las especies de Harpactirella en el sur de África y las especies de Phoneutria (familia Ctenidae) en Sudamérica; trastornos más o menos serios son también originados por especies de Chiracanthium y Trechona en Europa o Asia. Lycosidae y otras familias, inclusive ciertas tarántulas, incluyen representantes que alguna vez han estado relacionadas en problemas de salud humana.
Hay otro tipo de arañas cuya mordedura provoca otra sintomatología, característica del llamado arañismo necrótico o loxoscelismo, ya que es causado por diversas especies del género Loxosceles (familia Loxoscelidae). Las mejor conocidas por las complicaciones gangrenosas cutáneas que causan son L. laëta, muy común en la parte sur de Sudamérica y L. reclusa, en EUA
. Hay otras especies tanto en el norte como en el centro y el sur del Continente Americano; también en Europa, Asia, Sudáfrica y Australia existen especies de Loxosceles, aunque algunas de ellas no son originarias de esos lugares, sino que han sido introducidas de varias maneras. En México se conocen 18 especies de este género y aunque esporádicamente se han mencionado casos de loxoscelismo en varias regiones del país, no existe un estudio serio sobre ninguno de ellos. Los médicos sin la experiencia necesaria en estos aspectos confunden los síntomas y dan un diagnóstico erróneo; además, las personas que son atacadas, o no se dan cuenta de la araña y la dejan escapar o lo primero que hacen es matarla, dejándola inservible para su identificación.
Las Loxosceles son arañas poco llamativas, de un color castaño amarillento o grisáceo, que por regla general se les encuentra debajo de la corteza de los árboles, de piedras, de montones de basura, de hojas, de leños o de cualquier escombro donde encuentren refugio. Suelen esconderse en lugares oscuros dentro de las casas, como en alacenas, cómodas, debajo de cuadros y sitios parecidos. No son agresivas, pero cuando alguien las toca, sean machos o hembras, reaccionan como todas las arañas y tratan de defenderse con sus quelíceros, los que clavan en la piel, inyectando simultáneamente su veneno. La persona mordida sentirá de inmediato un intenso dolor. Con frecuencia se esconden entre las sábanas de las camas y por eso es que muchas personas dormidas, al moverse un poco y rozarlas con la mano o el pie, son atacadas; curiosamente, hay frecuentes lesiones cerca de los ojos. Si la cantidad de veneno inyectada es poca, el individuo no tendrá más que una ligera reacción, con erupción; pero si es mayor, el cuadro será mucho más grave. Se presenta entonces una intensa inflamación y se forma un círculo blanquecino por la vasoconstricción en el lugar de la mordedura, que después se volverá ampuloso con un reborde rojo; habrá fiebre, sangre en la orina, ictericia, edema pulmonar, problemas renales, convulsiones, todo acompañado de un fuerte dolor. El sitio de la mordedura se torna violáceo, negro y se desarrolla una extensa necrosis cutánea o necrosis profunda en la musculatura, formándose escaras. Si el corazón no falla, el individuo mejorará poco a poco, quedando una cicatriz y en ocasiones una intensa deformación, que a veces requiere injertos de piel. Los casos clínicos graves con resultados fatales se presentan sobre todo en los niños.
Aunque hay cura efectiva para el loxoscelismo, algunos doctores recomiendan el suministro de corticosteroides, que pueden ayudar cuando se presentan los primeros síntomas deteniendo el proceso de la necrosis; otros recurren a la cirugía, extirpando el sitio de la mordedura. Lo recomendable es recurrir al médico lo antes posible; la captura de la araña, sin maltratar, ayudará al diagnóstico y a los pasos inmediatos a seguir.
Las tarántulas de México no son peligrosas; por el contrario, son animales muy útiles para combatir plagas de insectos, como las dañinas cucarachas. Sobre esto se hablará más adelante.