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EL ARTE DE CAZAR

TODOS saben que los animales, desde los más primitivos hasta los más evolucionados, incluyendo al hombre, dependen de la materia orgánica de otros seres vivos, sean plantas o animales. Por eso es que se les considera como consumidores, en contraste con los vegetales, que son los productores, ya que son capaces de elaborar su propio alimento mediante el proceso de la fotosíntesis. Entre los animales existen los consumidores primarios, que son los que se alimentan de vegetales (fitófagos) y los consumidores secundarios, que se nutren a base de otros animales (zoófagos). Dentro de estos últimos se distinguen los parásitos, los parasitoides y los depredadores (véase el capítulo XI de Animales desconocidos, relatos acarológicos). Los depredadores son todos aquellos organismos que cazan a sus presas para obtener de ellos los nutrimentos necesarios para subsistir. Este es un fenómeno muy común en la naturaleza y se observa en la gran mayoría de los grupos animales; pero lo que varía en forma increíble son las diferentes estrategias que las especies han ido desarrollando, en el transcurso de su evolución, para capturar a sus presas. Esto es sobre todo notable en la clase de los arácnidos, depredadores por excelencia. Con excepción de algunas especies de opiliones o arañas patonas, que se alimentan de hongos o materia orgánica en descomposición, todos los demás arácnidos, incluyendo el resto de los opiliones, han encontrado en la depredación la mejor manera de conseguir sus sustento. Esta fue su costumbre inicial desde que aparecieron hace más de 350 000 000 años y la han conservado hasta nuestros días. A continuación se verán, en forma resumida, los diversos mecanismos de captura desarrollados por estos animales, desde los más sencillos y primitivos, hasta los complicados y sumamente elaborados procedimientos de las arañas.

Ante todo, hay que recordar que, con excepción de ciertas arañas, todos tienen una visión muy deficiente. Algunos carecen completamente de ojos y la mayor parte de aquellos que los tienen no son capaces de distinguir formas, ni colores; lo más probable es que estos ocelos tan sólo perciban los cambios de intensidad de la luz. A falta de este sentido tienen muy desarrollados otros, sobre todo el del tacto; el del olfato y el del oído también desempeñan un papel importante.

Las estructuras sensibles al tacto o a las vibraciones del medio son numerosas y variadas en los diferentes grupos. Existen las ranuras sensoriales, que se encuentran distribuidas por los apéndices y el cuerpo. En algunas especies, estas estructuras están reunidas cerca de las articulaciones de las patas, formando los órganos liriformes; se dice que son propiorreceptores, debido a que responden al movimiento de las articulaciones, siendo también receptores de vibraciones. Otros elementos sensoriales muy importantes son los conocidos con el nombre de tricobotrias; se trata de pelos muy largos, delgados y movibles, que se articulan en su base con una membrana circular, inervada con fibras sensoriales. Las tricobotrias responden a las corrientes de aire y a las vibraciones. Hay otras muchas sedas, repartidas entre los apéndices y el cuerpo, que también actúan como receptores mecánicos; además, en los quelíceros, pedipalpos y tarsos del primer par de patas, puede haber estructuras quimiorreceptoras que reaccionan a los olores cercanos y distantes. Los órganos del gusto se encuentran cerca de la boca y los auditivos, en sensilas especiales del prosoma o de alguno de los apéndices anteriores. Todavía no se sabe cuáles son los receptores de muchos estímulos externos, pero, aparte de los ya mencionados, los arácnidos responden también a los cambios de temperatura, humedad y luminosidad aun sin tener ojos, probablemente por receptores en la superficie del cuerpo. Sobre el órgano de la visión se tratará en otro capítulo relacionado con las arañas Salticidae.

Hay que recordar también que los arácnidos no pueden tragar enteras a sus víctimas, ni siquiera trozos de ellas, pues tanto la boca como los ciegos intestinales son muy angostos, por lo cual necesitan llevar a cabo una digestión externa o extracorporal, previa a la ingestión del alimento. Ésta la realizan vertiendo enzimas directamente sobre los tejidos de la presa o despedazando a ésta en pequeños trozos, que serán bañados por las enzimas en la cavidad preoral del animal. En una u otra forma, el alimento parcialmente digerido por amilasas, lipasas y proteasas, y que, por lo mismo, ha sido licuado, después es succionado por la parte anterior del intestino, que funciona como bomba, completándose la digestión intracelularmente en el intestino medio. El paso de pedazos grandes de alimento, que causarían obturación en el intestino, es impedido también por cúmulos de sedas, muy densas, que se encuentran en los alrededores de la boca.

Animales de vida nocturna como los alacranes, los vinagrillos, los tendarapos y otros no persiguen a sus presas, sino que esperan a que sus patas o sus pedipalpos hagan contacto con ellas. Al suceder esto, las poderosas pinzas o quelas de los pedipalpos entrarán de inmediato en acción, intentando atrapar a la presa en el lugar del contacto. Esto lo hace con tal rapidez que generalmente tienen éxito. En el caso de los alacranes, si el animal atrapado lucha por librarse, recibirá una pequeña dosis de veneno que se inyectará por medio del aguijón. Los quelíceros se encargarán de despedazar a la presa, llevando las pequeñas porciones a la cavidad preoral para su digestión parcial; las partes no digeribles, como el exoesqueleto del insecto, serán desechadas. Los alacranes se alimentan de gran cantidad de otros artrópodos, chicos y grandes, sobre todo insectos y miriápodos; el canibalismo es frecuente entre ellos. Cuando, en ciertas ocasiones tienen la oportunidad de cazar muchas presas, no las desperdician, sino que ingieren grandes cantidades de ellas, ya que este alimento puede ser acumulado en el interior de su cuerpo para ser aprovechado más adelante cuando la caza no sea tan abundante. Por eso es que pueden tolerar grandes periodos de ayuno, hasta por más de un año.

En el caso de los vinagrillos o uropígidos, los pedipalpos atrapan a las presas tan pronto hacen contacto con ellas. Estos apéndices son también los encargados de matar, triturar y despedazar a sus víctimas; los quelíceros sólo sirven para sostener a las presas, enganchándolas. Tienen también una larga lista de artrópodos que les sirven de alimento, aparte de otros animales, como pequeños batracios. Al contrario de lo que comúnmente se cree, no son venenosos. La secreción de sus glándulas anales, sólo les sirve como defensa cuando se sienten atacados o perseguidos.

Los amblipígidos encuentran a sus presas al tocarlas con la punta de sus largas patas anteriores, que siempre llevan hacia delante, a manera de antenas, con el fin de orientarse. Los pedipalpos entonces las atrapan, cercándolas y pinchándolas con las espinas que poseen en estos apéndices, mientras los quelíceros se mueven hacia todos lados, introduciéndose repetidas veces en el animal capturado, hasta que lo matan. Después de cada comida, los tendarapos limpian muy bien sus partes bucales, pasando los quelíceros por los pedipalpos y éstos, a su vez, por los quelíceros; en los pedipalpos poseen brochas especiales de sedas para este fin.

Parece ser que algunas especies de solífugos de vida diurna tienen una mejor visión y pueden distinguir a sus presas, ya que se ha visto que las acechan antes de empezar a corretearlas. Pero todas las demás formas nocturnas cazan a sus presas en la forma acostumbrada, haciendo contacto con ellas o percibiendo sus vibraciones. Agarran a la presa con los pedipalpos, que la pasan a los quelíceros, donde es triturada, decapitada y aplastada, encargándose las coxas de los pedipalpos de la maceración de los trozos. Estos son los arácnidos más voraces de todos, pues llegan a comer tal cantidad de animales que su opistosoma se expande muchas veces el tamaño normal. Los quelíceros pueden extenderse y retraerse, mientras las quelas se abren y se cierran, cortando a la presa. Se alimentan de insectos grandes y pequeños, de arácnidos, incluyendo solífugos, miriápodos, lombrices, lagartijas pequeñas y ciertos pájaros. Tampoco son venenosos estos animales, a pesar de las muchas atrocidades que sobre ellos se cuentan y que no dejan de ser puras fantasías.

Los pseudoescorpiones capturan a sus presas en forma semejante a como lo hacen los alacranes, con las quelas de sus pedipalpos. Sus víctimas, artrópodos, lombrices y nemátodos, que pueden ser de un tamaño más grande que ellos, son anestesiadas con un veneno que les inyectan; sólo que es este caso, las glándulas de veneno se localizan en la mano de los pedipalpos y sus conductos van a desembocar a una o las dos quelas de los mismos. El veneno sólo es tóxico para las presas pequeñas que cazan, pues en animales más grandes no tienen ningún efecto.

Los opiliones, en cambio, prefieren utilizar a los quelíceros para agarrar y despedazar a sus presas, que consisten en numerosos insectos pequeños y medianos, cochinillas, lombrices y caracoles. Algunas especies secretan una sustancia que queda como gotitas pegajosas en sus pedipalpos, a las cuales se pegarán animales pequeños, como colémbolos, cuando muevan estos apéndices entre la hojarasca. Si una presa más grande opone resistencia, el opilión la encerrará entre sus ocho patas, quedando como en una prisión y dejará caer su cuerpo varias veces sobre ella, hasta atontarla o matarla. Hay opiliones que no son depredadores, sino que se alimentan de jugos vegetales, de hongos o de materia orgánica en descomposición.

Los diminutos palpígrados utilizan sus quelíceros para atrapar a otros artrópodos, principalmente colémbolos. En cambio, los esquizómidos los capturan y sujetan con los pedipalpos, mientras los quelíceros los desgarran. Los más peculiares de todos, los ricinúlidos, aprovechan esa extraña estructura, el cucullus, para capturar a sus presas y sostener el alimento, con ayuda de los pedipalpos, para acercarlo a los quelíceros. Como muchas especies son cavernícolas se alimentan de numerosos microartrópodos que viven entre el guano o de los estados juveniles de los mismos; también las pupas de dípteros de la familia Streblidae, muy abundantes en las paredes de las cuevas, pueden ser consumidas por estos arácnidos.

Por último, las arañas son probablemente los artrópodos que han desarrollado la mayor diversidad de formas para atrapar a sus presas. Las estrategias que algunas de ellas llevan a cabo para tal fin son verdaderamente notables, y si no fuera por las observaciones realizadas por diversos investigadores que, con gran paciencia y dedicación han logrado comprobar personalmente cada uno de los pasos efectuados por las diferentes especies, se dudaría del grado de complejidad y perfeccionamiento que estos animales han logrado alcanzar en su comportamiento depredador a lo largo de su historia evolutiva de más de 300 000 000 de años. De esta enorme variedad de mecanismos de cacería en este libro se han seleccionado únicamente, los más representativos y mejor conocidos.

La mayor parte de las arañas son de hábitos nocturnos y cazan únicamente durante la noche. Sin embargo, hay representantes de diversas familias que son de hábitos diurnos, siendo las más conocidas las de la familia Salticidae. Esto en gran parte está relacionado con el desarrollo de los ojos; las diurnas tienen mucho mejor visión que las nocturnas, quienes para la cacería de sus presas dependerán fundamentalmente del tacto, pues son sobre todo sensibles a las vibraciones que se originan en su cercanía, sea en el medio edáfico o vegetal que las rodea o en las redes que construyen para tal efecto. En todas ellas la visión es muy pobre.

Dentro de las variantes posibles en las formas de depredación las hay desde las más simples hasta las más complejas. En el caso de las primeras están las arañas errantes, como Ctenidae y algunas Lycosidae, Anyphaenidae y Gnaphosidae, que no construyen refugios ni redes para cazar a sus presas, simplemente las corretean, atrapan y devoran, para después resguardarse entre el follaje de árboles y arbustos, entre la hojarasca del suelo o bajo piedras, troncos o algún otro elemento del medio. Otras, como las Pisauridae, descansan sobre el suelo con las patas extendidas y esperan tranquilamente a que pase una posible víctima, a la que tratarán de atrapar con gran rapidez apenas sientan las vibraciones de su presencia.

Las especies semiacuáticas de esta familia (Pisauridae), que pueden caminar sobre el agua, se alimentan de los numerosos insectos que visitan o viven en este sitio. Las que son capaces de sumergirse pueden alimentarse de otros artrópodos acuáticos, así como de renacuajos y hasta de algunos peces pequeños.

Otras arañas de tamaño reducido, como especies de Argyrodes (Theridiidae) son oportunistas. No tejen redes, ni hacen refugio, sino que viven en las redes grandes de otras arañas, como Nephila, y ahí se alimentan de las presas pequeñas que caen y que la dueña de la red no toma en cuenta para su alimentación, por su pequeño tamaño.

Algunas arañas aprovechan las propiedades miméticas que tienen para tomar el color o el aspecto del medio en que se encuentran, con lo cual pasan inadvertidas no sólo para sus depredadores, sino también para sus posibles presas, a las que atraparán por sorpresa. Esto lo realizan algunas especies pequeñas de Thomisidae, que adquieren las coloraciones de las flores, donde se resguardan en espera de algún insecto, principalmente abejas o avispas, que al llegar a libar el néctar de las flores son atrapadas por estos arácnidos. Ciertas especies de ésta y otras familias toman el aspecto de hormigas y así se acercan a estos insectos para cazarlos también por sorpresa. Especies de Homalonychus, por su parte, disimulan su presencia cubriendo todo su cuerpo con partículas de arena, las que se quedan adheridas a sedas especiales.

Arañas con buena visión como las Oxyopidae y sobre todo las Salticidae, cazan a sus presas acechándolas primero y saltando sobre ellas después. Las Oxyopidae aprovechan el vaivén de las hojas, que se mueven por el viento, para impulsarse y saltar sobre sus presas, apoyándose en sus largas patas. Las Salticidae viven entre la vegetación, pero varias especies son bien conocidas por entrar a las habitaciones humanas, donde desempeñan una labor muy benéfica para el saneamiento del medio, ya que se alimentan principalmente de plagas tan molestas como las moscas y los mosquitos.

Ciertas especies de Scytodidae tienen un par de glándulas muy grandes, cuya secreción desemboca a los quelíceros. Esta sustancia la arrojan sobre la presa, que quedará inmovilizada y pegada al sustrato; la araña, entonces, se acercará de inmediato y asegurará su captura envolviéndola con varios hilos.

En el caso de la Hersiliidae, la araña espera que llegue un insecto, sobre el cual saltará y rápidamente empezará a echarle hilos de seda, con lo cual irá perdiendo la libertad de movimiento, al mismo tiempo que quedará sujeto al sustrato; la araña se acercará después para morderlo y matarlo.

La dieta de alguna Mimetidae incluye tantos insectos como otras arañas. Poseen fuertes espinas curvadas en sus cuatro patas anteriores, con la ayuda de las cuales atrapan a sus presas. Suelen meterse a las redes de otras arañas para robarse las presas que allí han caído y con frecuencia se comen también a la dueña de la red. Para atraerla jalan los hilos, imitando los movimientos del macho, con lo cual la hembra se va acercando, y es inmovilizada por las mordeduras de la araña invasora. Esto mismo lo realizan especies de Salticidae, que producen las vibraciones adecuadas para atraer a la dueña de la red quien, inocentemente, se acercará al sitio donde será devorada.

Entre las arañas cazadoras, hay muchas que cavan en la tierra sus refugios permanentes, como es el caso de las Cteniziidae y otras familias cercanas. Estas construyen un tubo provisto de una tapa superior que se abre y cierra a voluntad de la araña, y todo el interior está tapizado con seda. La araña espera dentro de su guarida con la tapa ligeramente abierta y cuando siente las vibraciones de una presa cercana sale con rapidez del refugio para atraparla y meterla a su refugio, donde, ya con la tapa cerrada y aislada del medio, se la come tranquilamente.

Otras Cteniziidae construyen madrigueras semejantes en la tierra, pero en lugares estratégicos, donde la entrada del refugio tubular esté rodeada de ramas de plantas. Esto hace que los insectos que pasen por allí, caminen con mayor dificultad al toparse con estos obstáculos; las vibraciones ocasionadas harán que la araña salga de inmediato de su refugio y atrape al merodeador. El mismo mecanismo lo utilizan ciertas arañas Dysderidae, que construyen la entrada al refugio a un nivel poco elevado del resto del suelo; de esta entrada, en lugar de ramas, como en el caso anterior, saldrán varios hilos de seda, bien restirados y un poco separados del suelo, sostenidos por pequeños soportes a cierta distancia de la guarida. Estos hilos restirados funcionarán como trampa para los insectos que por ahí deambulen.

Algunas especies de Lycosidae hacen pequeños túneles en la tierra; otras, en cambio, cavan profundas guaridas. Como son arañas que tienen una mejor visión, esperan pacientemente desde su refugio, asomando parte de su cuerpo bajo la tapa, a que se acerque una posible presa, a la cual acecharán antes de lanzarse sobre ella.

 


Figura 15. Hilos trampa irradiando de un refugio (familia Dysderidae).

Vienen después las numerosas arañas que se valen de una red, construida por ellas, para atrapar a sus presas. Entre las más simples está la de las Dipluridae, que tejen una red irregular, como una lámina y a un lado de ella construyen un burdo refugio tubular de seda, que puede extenderse entre las ranuras de una roca o de un pedazo de madera, o también entre las raíces de un árbol o alguna otra planta. La araña permanecerá oculta en su refugio, del cual saldrá rápidamente apenas sienta las vibraciones de un insecto atrapado en los hilos de la red.

Arañas de la familia Agelenidae construyen sus redes cerca del suelo, sobre la hierba, pasto o arbustos bajos y su aspecto es el de una lámina horizontal o plataforma, construida con filamentos secos.

 

Figura 16. Plataforma y embudo (familia Agelenidae).

La plataforma se va cerrando poco a poco en una especie de embudo, que se continúa en un tubo que se mete en la tierra y que constituye el refugio de la araña, pero además, hay un laberinto arriba que es el que sostiene a la plataforma, con hilos tirantes. La araña se encuentra siempre descansando a la entrada del refugio, donde empieza a abrirse la plataforma. Los insectos que pasan volando no se pegan a los filamentos, que no son viscosos, pero sí se atoran entre los hilos del laberinto, cayendo a la plataforma donde, con gran velocidad, son atrapados por la araña, quien los muerde y lleva a su refugio para comérselos.

A esta familia pertenece la única especie que se ha adaptado a vivir bajo el agua, la Argyroneta aquatica, cuya red ya se describió en el capítulo anterior. Esta araña puede caminar bajo el agua, sobre las plantas y sus hilos, así como nadar patas arriba; se alimenta de diversos artrópodos acuáticos, principalmente isópodos.

 


Figura 17. Red de captura y refugio de Steatoda (familia Theridiidae).

Linyphiidae es una familia muy grande de arañas que han sido poco estudiadas. Muchas son muy pequeñas, de 1 o 2 mm y abundan en la hojarasca o entre la vegetación de matorrales. Otras, un poco más grandes, son mejor conocidas. En algunas especies los machos y las hembras conviven en la misma red. Construyen su red en áreas boscosas, bajo matorrales o en pastizales altos, entre montones de piedras y sitios semejantes. Algunas de estas redes tienen aspectos caprichosos, en forma de domo o cúpula, o semejan un tazón sobre una servilleta individual, pero todas poseen algunos hilos pegajosos. La araña siempre se sitúa por debajo de la red, colgada, con el dorso hacia abajo. Cuando un insecto cae en sus hilos, la araña lo muerde por debajo de la red, lo jala a través de ella y lo envuelve firmemente con sus filamentos. Con este tipo de red, la araña queda bien protegida de sus depredadores.

 

Figura 18. Red en forma de domo (familia Linyphiidae).

Las Nesticidae son arañas muy comunes en cuevas, sótanos y otros sitios oscuros, donde tejen redes irregulares. Algunas especies son cazadoras de otras arañas; esto lo realizan con ayuda de sus quelíceros, que actúan como pinzas especialmente fuertes y terminan en dos ganchos puntiagudos.

Familias grandes, como Theridiidae y Araneidae poseen tal variedad de especies que no siempre siguen el mismo tipo de comportamiento depredador, como se verá a continuación.

 

Figura 19. Red en forma de tazón sobre servilleta (familia Linyphiidae).

La mayor parte de las arañas Theridiidae tejen redes irregulares. Como ejemplo se pueden mencionar a las especies de Steatoda, que construyen una red como maraña o laberinto, de hilos secos, que sostiene, a su vez, a una plataforma abierta. Toda esta estructura se mantiene firme gracias a varios hilos superiores, inferiores y laterales, sumamente restirados, que se van a fijar a las ramas o troncos de los vegetales, a postes o paredes de una casa, a algún puente u otro objeto de sostén que encuentren. Importantes para la cacería son los filamentos que se desprenden de la plataforma y llegan al suelo; éstos son los hilos-trampa, provistos de pequeñas gotitas de material pegajoso que se distribuyen a lo largo del hilo; como están muy tensos en su oportunidad funcionarán como resortes. No es raro que alguno de los numerosos insectos que caminan por el suelo se tope de pronto con cualquiera de estos hilos y empiece a subir por él; pronto encontrará una de las gotitas pegajosas y quedará pegado a ella. Al forcejear el insecto para librarse de la sustancia, hará que este hilo se rompa o se desprenda de su contacto con el suelo y al estar en tensión, saltará como un resorte hacia arriba, enredando más al animal, que quedará colgado de él. Mientras tanto, la araña, que comúnmente se encuentra descansando entre los filamentos del laberinto, suspendida de sus patas, con el dorso hacia abajo, al sentir el tirón del hilo-resorte bajará hasta donde el hilo está suspendido de la plataforma y con ayuda de sus patas comenzará a subirlo, junto con la presa, a la que envolverá rápidamente con una gran cantidad de seda. Estas arañas poseen en el tarso del cuarto par de patas una serie de sedas gruesas aserradas que, a la manera de un peine, sostendrán y peinarán los hilos de seda a medida que salen de las hileras; en este caso no se trata de un calamistro, aunque es algo semejante. Las demás patas ayudarán a voltear repetidas veces a la presa, hasta quedar totalmente envuelta por la seda. En caso de que la víctima ofrezca resistencia y luche por liberarse, será mordida una o más veces por la araña, inmovilizándola primero y matándola después. Finalmente será succionado todo el contenido orgánico de la presa, quedando tan sólo el exoesqueleto, que será descartado.

La famosa araña capulina o viuda negra, Latrodectus mactans, pertenece a esta misma familia; su red consta de las mismas partes que la de Steatoda, pero sus hilos son sumamente resistentes y tienen una increíble elasticidad. Se puede reconocer que la red está hecha por una araña madura, porque de ella se desprenden varios hilos muy resistentes que se extienden hasta el refugio de la araña, muy alejado del suelo. Este refugio es de aspecto tubular, correoso y está construido en pasadizos protegidos de paredes, techos de casas o cabañas. Sin embargo, la red siempre estará en contacto con el suelo, a través de los hilos-trampa, por medio de los cuales capturarán a una gran variedad de insectos. La araña capulina descansa en su refugio durante el día, pero al llegar la noche entra en actividad y baja a su laberinto para esperar allí el aviso de que alguna presa ha caído en sus hilos-trampa. Estos, por su fuerza y resistencia, son capaces de retener no sólo a insectos grandes como escarabajos, grillos, chinches y demás, sino también a ciertos vertebrados como pequeñas lagartijas y roedores. La araña actúa con gran rapidez y baja a envolver a sus presas con fuertes hilos, después de lo cual las muerde e inyecta su poderoso veneno, que pronto acabará con la vida de los atrapados.

Muchas Theridiidae hacen redes pequeñas debajo de las piedras, de las hojas o de cualquier objeto de madera o de desecho que esté tirado y olvidado en el suelo; todas las redes poseen hilos pegajosos. Una de estas especies pequeñas del género Phoroncidia, de Australia, merece mención especial por la forma en que captura a sus presas. Esta araña secreta un solo hilo viscoso de unos 10 cm de largo, provisto de numerosas gotitas pequeñas de material pegajoso en toda su extensión. La araña sujeta firmemente este hilo a alguna rama, piedra o tronco a su alrededor, y por el otro extremo lo sostiene bien restirado con sus patas. Cuando un insecto se topa con este hilo y queda pegado, la araña suelta la tensión del filamento, que automáticamente se enredará y pegará más a la presa. La araña entonces se acercará y lo envolverá con gran rapidez, mordiéndolo si es necesario. Si tiene mucha hambre comenzará a succionarlo de inmediato, si no lo apartará a un lado para devorarlo después. Al cabo de un rato volverá a instalar su hilo-trampa para repetir el acto.

Las arañas mejor conocidas y más frecuentes en los jardines y en las huertas pertenecen a la familia Araneidae; todo mundo está familiarizado con sus grandes y llamativas redes orbiculares. El acto de la depredación en las numerosas especies que conforman este taxón tiene, como es natural, sus variantes. En primer lugar, se encuentran las populares redes circulares u orbiculares, descritas en el capítulo anterior, elaboradas por las especies más comunes. En estas redes sin refugios, las arañas permanecen tranquilas en el centro de la red, descansando en su posición habitual, que es boca abajo, agarradas por sus patas. Otras especies construyen un refugio al lado de esta red o un poco más arriba, y queda conectado con el centro de la misma por hilos fuertes y resistentes. Algunas especies elaboran su refugio con hojas, que quedan unidas por hilos de seda. Casi todas estas redes poseen hilos pegajosos. Al sentir las vibraciones de un insecto atrapado, la araña partirá del centro de la red o de su refugio hacia el lugar donde se encuentra la presa, que estará luchando por liberarse. Inmediatamente lo envolverá con la seda que sale de sus hileras y que será tomada y manejada por el cuarto par de patas, mientras el primer par da vueltas rápidas al cuerpo del insecto. Una vez hecho esto se llevará el bulto al centro de la red o al refugio, para tomar su alimento con toda tranquilidad; en caso de no tener hambre lo colgará de algún sitio adjunto, para cuando lo apetezca.

Las especies de Cyrophora tejen una red horizontal, pero jalada hacia arriba en la parte central, formando una especie de pico, que será el refugio de la araña. Desde allí la araña correrá por debajo de la red para ir a capturar al insecto que se haya enredado; pero como esta red no tiene hilos pegajosos, la araña tendrá que actuar con gran rapidez para que el insecto no se le escape.

Las arañas del género Nephila tejen redes enormes, muy fuertes y permanentes, en la parte superior de los árboles o entre los espacios de la vegetación, donde numerosos insectos, grandes y pequeños, son atrapados. Ocasionalmente caen también algunos pájaros pequeños, pero si caen aves más grandes ponen en peligro tanto a las arañas, que son devoradas, como a sus redes, que destruyen con gran frecuencia. La araña, que es de tamaño voluminoso, por lo regular no se comerá más que a las presas más grandes, mientras que las pequeñas servirán de alimento a otras arañas de menor tamaño, como Ayrodes, que con frecuencia se establecen permanentemente en estas redes. Esto, aunque no lo parezca, es favorable para Nephila, pues así mantienen limpia la red de presas pequeñas. Los desechos de las víctimas más grandes que ella personalmente consume, los arroja fuera de la red, a través de una sección abierta que se encuentra en la parte superior.

 


Figura 21. Araña sosteniendo la red que arrojará a su presa.

Algunas Araneidae también han ido perdiendo la costumbre de construir redes elaboradas y prefieren efectuar sus cacerías empleando otros mecanismos que, por un lado, son más sencillos, pues utilizan un solo hilo para el proceso, pero, por el otro, resultan más elaborados y especializados. Tal es el caso de especies de Dicrostichus en Australia y de Mastophora en México. Estas arañas son de hábitos nocturnos y generalmente se encuentran agazapadas entre el follaje de la vegetación. Durante la noche la araña se deja caer, sostenida por su hilo de seguridad, el cual permanece sujeto a alguna rama alta. Colgando así en el aire, la araña secreta un hilo resistente de seda, en cuyo extremo distal llevará una gota relativamente grande de material pegajoso. Algunos autores sostienen que dicha gota va impregnada de una feromona de composición semejante a la secretada por ciertas especies de mariposas nocturnas o palomillas, que actúa como atrayente sexual; así la araña atrae a la palomilla, engañándola con esta falsa feromona. La araña, que permanece colgada, agarrando el filamento con una de sus patas, apenas perciba el aletear de la palomilla que se acerca empezará a girar el hilo, dándole vueltas gracias al contrapeso de la gota hasta que, en una de ellas, le dé a la palomilla en pleno vuelo, la que de inmediato quedará pegada a la sustancia. Lo que sigue será lo acostumbrado: la araña envolverá con seda a su presa y se la llevará a un lugar protegido para comérsela.

 

Figura 22. Red triangular con cuatro radios (familia Uloboridae).

Algunas arañas de otras familias tampoco construyen grandes redes para la captura de insectos; por ejemplo, especies de Theridiosomatidae tejen una red en forma de abanico, con varios radios sujetos a diversos puntos externos, pero que, por el otro lado, se juntan en un punto, cerca del centro. De aquí parte un solo filamento fuerte y resistente, que será agarrado por la araña la cual, a su vez, se sujeta de una rama. Este hilo que la araña mantiene muy restirado funcionará también como resorte. Cuando un insecto se atore en la red, la araña soltará el filamento en tensión, con lo cual la red saltará hacia atrás, enredando más a la presa.

Especies de Hyptiotes, de la familia Uloboridae, utilizan el mismo mecanismo, sólo que en este caso la red es triangular, formada tan sólo por cuatro radios que convergen en uno solo, el cual es agarrado y jalado firmemente por el primer par de patas de la araña. Si un insecto cae a la red, sucederá lo mismo que en el caso anterior.

Las Dinopidae son arañas de cuerpo y patas alargados y son de las pocas que tienen una mejor visión, gracias al desarrollo de sus dos ojos medios posteriores, pues los otros seis son pequeños y poco efectivos en su función; son de hábitos nocturnos. Ellas tienen una técnica muy particular para capturar a sus presas: arrojan una red que se expande al caer sobre la víctima. Durante la noche tejen una red rectangular con unos cuantos hilos, y la sostienen entre sus patas anteriores. Cuando se acerca un insecto extienden sus patas para estirar la red y se la arrojan al animal. En contra de lo que se podría pensar, esta manera de cazar ha resultado muy efectiva, pues aunque en ocasiones falla, generalmente tienen éxito en sus lanzamientos.

 

Figura 23. Araña con su hilo y gota de material pegajoso.

Aunque hay una variedad infinita de redes y de técnicas diferentes que emplean las arañas para cazar a sus presas, consideramos que con estos ejemplos se han abarcado los tipos más representativos de ellas.

 
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